Néstor Martínez Valls
Se ha difundido recientemente la versión según la cual el Papa Francisco le habría dicho a un hombre homosexual que Dios lo había hecho así.
La fuente de dicha noticia es el mismo homosexual en cuestión.
Es claro que no podemos tomar como palabra del Papa un pronunciamiento semejante procedente de una fuente como esa.
En efecto, esa afirmación contradice la doctrina de la Iglesia en cuanto que, o bien hace a Dios autor del mal, o bien, implica que la tendencia homosexual no es en sí misma desordenada ni tampoco, por tanto, mala.
Es curiosa la esquizofrenia que reina en nuestras sociedades acerca de los temas de la homosexualidad y la pedofilia.
En efecto, la primera tiende cada vez más a ser bien mirada, mientras que la segunda causa horror, especialmente si se da en casos lamentables de sacerdotes católicos.
No parece que en este punto esté realmente funcionando la famosa mirada “desprejuiciada” que suele promoverse hoy día.
Porque, mirando fríamente el asunto, la única diferencia que hay entre las conductas heterosexuales, homosexuales y pedófilas es que las primeras son, al menos en la mayoría de los casos, entre adultos de sexo opuesto, las segundas, con la misma cualificación, entre adultos del mismo sexo, y las últimas, con la misma cualificación, entre dos personas, de las cuales una es adulta y la otra no, y donde es muy frecuente, por decir lo menos, que ambas personas sean del mismo sexo.
Así dicho, nada más, no queda tan claro que la homosexualidad deba ser alabada o reivindicada, incluso promovida, mientras que la pedofilia deba ser condenada. La diferencia de sexo es por lo menos tan importante como la diferencia de edades. En un aspecto, por lo menos, es más importante, porque es natural, mientras que la mayoría o minoría de edad cambia con las leyes de los distintos países.
Por supuesto, por nuestra parte sostenemos que ambas conductas son intrínsecamente malas.
Sin embargo, la esquizofrenia actual, que mencionábamos, se ve porque a nadie se lo ocurriría hoy día propalar el rumor, o darle crédito, según el cual el Papa hubiese dicho a un sacerdote pedófilo “No te preocupes, Dios te hizo así”.
Y sin embargo, ¿no podrían usarse en ambos casos los mismos argumentos de mala teología?
Que Dios es el Creador de todas las cosas, que a su Sabiduría infinita y a su Voluntad Omnipotente no escapa absolutamente nada de lo que hay o sucede en la Creación, que todo lo que procede de Él es bueno, etc., etc., y que no hay nada, a fin de cuentas, que no proceda de Él, y que todo ello se puede aplicar también a la tendencia homosexual… ¿y por qué no a la tendencia pedófila?
Y la respuesta antiquísima y siempre verdadera, es que la Voluntad divina gobierna absolutamente todas las cosas, pero unas por vía de querer positivo, y otras por vía de mera permisión, y que todo lo que es moralmente malo y desordenado cae bajo esta última categoría exclusivamente. De modo que el hecho de que algo sea permitido por Dios, no quiere decir que sea querido por Él, ni tampoco, por tanto, que sea bueno o que deje de ser malo.
Pero esta respuesta vale para ambos casos, la homosexualidad y la pedofilia, o no vale para ninguno de los dos.
Y si se presentan argumentos para establecer una diferencia a favor de la homosexualidad, no hace falta mucha imaginación para darse cuenta de que también los promotores de la pedofilia (que existen, y forman también asociaciones, con congresos, revistas, etc.) tienen argumentos muy similares a aquellos.