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María Cristina Araújo Azarola

“… ¿A qué título exiges de tu semejante el respeto y la obediencia, sin los que tu autoridad no existe si la primera condición para ser respetado es la de ser respetable? Antes que presidente, ministro, etc. eres hombre… La estatua hecha de estiércol, ¿puede ser bella? La sustancia indigna desvía el espíritu de la contemplación; pudre la forma.” — Juan Zorrilla de San Martin, Las Américas, capítulo titulado: “Democracia.”

Semblanza

Escribe Raúl Montero Bustamante: “Zorrilla de San Martín es el “poeta de la Patria”, cuya “Leyenda” sigue viviendo con la misma juventud que cuando fue declamada por el autor en 1879; es el autor de la epopeya indígena, tanto nacional como americana, pues así lo ha proclamado la crítica del Continente y la europea; es el creador de la epopeya patria encarnada en la epopeya del Héroe Nacional; es uno de los más originales precursores del modernismo literario del Río de la Plata; es el escritor de estilo inconfundible que, a la pureza y opulencia del lenguaje, agrega la novedad de la sintaxis, la prodigalidad de las figuras, los desbordamientos de la sensibilidad, la pureza subjetiva y la inagotable facultad evocativa; es el orador de arrebatadora elocuencia que cautivó a todos los auditorios con su torrentosa vena oratoria, dispuesta siempre a desbordar todos los cauces; es el filósofo y el sociólogo que mantuvo sus doctrinas sin desmayo; es el hombre de fe que sirvió con abnegación su causa, la cual vio y ve en él un verdadero símbolo; es el hombre de derecho que proclamó en congresos internacionales, en la cátedra, en la prensa, en el libro y en la tribuna pública la doctrina de la sociedad internacional dentro de la igualdad de derechos, y su natural consecuencia: la democracia internacional; es el gran periodista, rector sabio y prudente que señaló a la opinión pública el camino de la verdad; es el hombre de arte que enseñó en la Facultad de Arquitectura la teoría estética, que ejerció verdadera docencia en la crítica, en los salones de exposición, en las charlas de salón, en la tertulia diaria en que sus facultades de causeur desbordaron todos los temas. Es, por fin, el vecino de pro de su ciudad, el pater familiae, el gran ciudadano cuya inconfundible silueta era reconocida por todos en las calles de Montevideo, y a quien saludaban con respeto y veneración amigos y adversarios”. [1]

Juan Zorrilla de San Martín nació el 28 de diciembre de 1855, en Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay. Murió en la misma ciudad, el 3 de noviembre de 1931.

De esta polifacética personalidad escojo al filósofo y hombre de derecho. Entiendo, con el Dr. Eduardo Couture, que: “La posición filosófica del Dr. Juan Zorrilla de San Martín interesa a la historia de la cultura jurídica-filosófica del Uruguay, y aunque sólo sea por ese motivo, aún cuando hay otros que también lo reclaman, debe ser documentada.” [2]

Sus estudios de derecho internacional, no dependían tanto de sus libros, “sino de la vida, de sus inspiraciones, de los llamados de su corazón generoso. No creía tanto en su Bonfils como en su experiencia, en su duro bregar de ciudadano del continente. Sus “Notas” (de Derecho Internacional), no son páginas de jurista, sino de filósofo.” [3]

Por su parte, el Dr. Eduardo Jiménez de Aréchaga, en el Estudio Preliminar a las Notas, escribe: “Es indispensable que el profesor de Derecho Internacional, al señalar los derroteros para su perfeccionamiento, parta siempre de la realidad, lo que requiere el conocimiento de los hechos de la vida internacional a que ese orden jurídico se aplica. En Zorrilla de San Martin se conjugaban estos aspectos que constituyen el “desideratum” de un internacionalista. Era un hombre que vivía en su circunstancia, que había conocido los hechos de la vida internacional, en forma directa, durante su prolongada actuación como diplomático, que estaba dotado de profunda visión histórica y que a todo ello unía el alto idealismo propio de su espíritu superior y de su temperamento de poeta.

Y, además, militaba decididamente en favor de la paz, del bien, del entendimiento entre los hombres y entre las naciones.” [4]

La democracia

Presento el pensamiento del Dr. Juan Zorrilla de San Martín, sobre la Democracia: su posibilidad de existencia, su esencia, su fin, su fundamento. La democracia es una idea central en su pensamiento, señalando los falsos conceptos que se vierten con ese término. “Democracia” es un término equívoco, en nuestros días y en los días del pensador. Sin embargo, encierra una riqueza extraordinaria, en su verdadero sentido.

Lo que no es la democracia. En su obra “Las Américas”, en el capítulo dedicado a la “Democracia”, el Dr. Zorrilla de San Martín comienza el análisis de la misma, señalando los errores o adulteraciones que con frecuencia sufre el término:

Confundir la democracia con una forma de gobierno

Confundirla con la sustitución de la inteligencia y la virtud, por el mayor número, o por la exclusión o negación de todo lo que es jerarquía, distinción, superioridad intelectual, moral, social y aún estética.

Identificar democracia con la guerra al sentimiento religioso; y entender que ella es compañera de irreligión.

Entender que la democracia es inseparable de la disolución de costumbres o de libertinaje.

Entender que en la democracia la opinión de un hombre, así sea el más sabio y santo, debe valer tanto como la de otro malo y bruto (se podría referir al ignorante, también).

Considerar que triunfa el pueblo, cuando predomina la medianía agrupada y uniforme, sobre el consejo de los hombres buenos.

Considerar como virtudes democráticas, la insolencia y el desacato a la autoridad legítima.

“Todo esto –dice el Dr. Zorrilla– es falta de sentido común.” [5] La democracia no es el gobierno de los peores o la legitimidad de los malos. El mal no es sujeto de derechos. [6]

La democracia no es necesariamente parlamentarismo. “‘Parlar’ no siempre es el medio más conducente a dar con la verdad.” La democracia, “puede ser silenciosa. Y con su verdad presenta a uno solo contra mil.” El parlamentarismo, a menudo, es la ilusión de la actividad. Todas las palabras, llenas y vacías, pesan lo mismo. La palabra es elemento constructivo o destructivo; es fuerza que reúne y armoniza las almas por la verdad y el amor, o fuerza que disgrega y desconcierta y envenena por la mentira. [7]

¿No es posible pensar algo mejor que el parlamentarismo?

Consecuencias de la pseudo-democracia. Todas estas falsas interpretaciones de la democracia, conducen al individualismo: sea el individualismo religioso (Lutero), o político (Rousseau), sea el del imperativo categórico (Kant) o el individualismo económico (A. Smith). [8]

Y del individualismo se llega a los socialismos. ¿Por qué?, cabría preguntarse.

El mismo Dr. Zorrilla de San Martín, responde: La democracia individualista no conoce “la vida social democrática, es decir, el individuo objeto de la familia, la familia de la sociedad; el hombre constituído, por consiguiente, en fuerza de cohesión social, precisamente”. En ella están compenetradas la justicia y la caridad. [9] “La democracia que es resultante de ese individualismo egoísta en el orden económico, y del materialismo en el orden moral y religioso, no es tal democracia, sino la soberanía del instinto, norma del bruto, que sólo satisface su necesidad específica de vivir y reproducirse”. “En el hombre, el instinto destruye, con el individuo, la especie misma si no es regulado por la razón”. [10]

El único camino que Zorrilla de San Martín reconoce para llegar a constituir un cuerpo social armónico, es la vida virtuosa de cada hombre, miembro de esa sociedad:

“Hay un solo medio de levantar el nivel del conjunto social humano sobre las familias zoológicas; levantar el de la unidad, el de todas y cada una de las unidades que la componen; dignificar o encauzar el mismo instinto, es decir, someterlo a la razón, y más que a la razón, si cabe, a ese otro instinto racional, no de la materia sino del espíritu, que se llama la costumbre, las buenas costumbres, la repetición de actos libres buenos, que son como los senderos que van haciendo y ampliando y rectificando las pisadas de los hombres que caminan hacia adelante, con rumbo fijo. Eso se llama virtud, vida virtuosa, fuerza constante, si queréis, atletismo superior”. [11]

Paso a analizar las reflexiones del Dr. Zorrilla de San Martín, sobre la esencia de la democracia.

Esencia de la democracia. El pensamiento democrático del pensador que analizo, se nutre del Evangelio, del magisterio de la Iglesia católica y de los filósofos, desde Aristóteles a sus contemporáneos.

Siguiendo las enseñanzas de León XIII, ve que “la democracia no es un accidente, es el término de una evolución secular; no es un eclipse, es la aurora de un astro nuevo. Es preciso aceptar sus formas y hacerla cristiana. Esa es la piedra del ángulo del gran monumento político de León XIII, monumento de piedra.” [12]

América estaba bien dispuesta a recibir esta doctrina de León XIII “porque es la base de su ser independiente; aquí estaba nuestra América, democrática y republicana de nacimiento, que sin preocupaciones, ni reatos, ni solidaridad con hombres ni dinastías, pudo romper y rompió los vínculos políticos que la ligaban con sus antiguos reyes y señores, sin por eso pretender romper… sin por eso debilitar en lo más mínimo los vínculos que la ligaban con su Dios…” [13]

La comparación que realiza Juan Zorrilla de San Martín sobre la revolución europea y la revolución americana -ambas conducentes a la democracia, por lo menos aparentemente-, revela meditación sobre las causas, los significados y las consecuecias de las mismas. Esto lo llevaba a expresar que: “La revolución de independencia de la América Latina no fue hija de la revolución anticristiana europea, cualesquiera hayan sido las influencias que ésta haya podido ejercer para determinar el momento, y aun para vulgarizar, aunque adulterando, el principio que era ya nuestro, de ser el pueblo la fuente más natural de soberanía, y de que el gobierno debe pertenecer a los más aptos. La revolución de nuestra América tiene su carácter propio. No es el desarrollo de una teoría; es un hecho providencial procedente del Evangelio; es la inspiración del corazón popular no enfermo, no contaminado; es la obra del instinto de libertad cristiana, que hace que los hombres redimidos por Cristo se sientan nobles por ese solo hecho, iguales ante Dios, y obligados a inclinarse sólo ante El, ya que todo poder y toda autoridad sólo de Dios proceden, y sólo al cumplimiento de su voluntad suprema se encaminan. Ese es el verdadero origen de los estados soberanos.” [14]

¿Qué entiende Zorrilla de San Martín por “democracia”?

“La democracia no es un fenómeno, sino algo así como una sustancia, una forma sustancial, mejor dicho, un espíritu que, unido al cuerpo social, lo anima y lo especifica: una entelequia, llamaban a eso los griegos.” Sin embargo, “no es lo mismo que la unión sustancial de cuerpo y alma humana que da al hombre su unidad de naturaleza.” [15]

Explica que “en términos corrientes, sustancia es aquello de que una cosa está hecha, sustancia es lo que sustenta, o sostiene; lo que dice la palabra”. Y “forma, es la cosa misma, con exclusión de la sustancia”; “es lo sustentado.” [16]

Interpretando la analogía manifiesta, pienso que se refiere a la forma accidental, que también determina, aunque de diverso modo, a la sustancia. Afirma que la unión “democracia-cuerpo social” no es como la unión sustancial “alma-cuerpo humanos”, porque de este modo toda sociedad debería ser por esencia democrátIca; lo cual contrasta con los hechos.

Entonces, la democracia es, en el pensamiento zorrilleano, la forma accidental que “unida” a una entidad social, la determina cualitativamente.

“El alma, en la sociedad como en el hombre, está toda entera en cada una y todas las partes del cuerpo, pero en la cabeza piensa, en el corazón siente, en las manos obra, en los ojos ve, en los pies camina, y en el conjunto orgánico vive la vida pensante, sensible, activa.” [17]

De ahí que, el Dr. Juan Zorrilla de San Martín, entienda que el pueblo es una entidad orgánica, animada, viva y racional: es una comunidad perfecta. Pero, la perfección en su obrar conjunto, se la otorga, o más bien, la impulsa, dirige y orienta el gobernante. Esta idea la desarrolla en muchos discursos. Elijo una cita:

“¡El pueblo! ¡El pueblo soberano! No hay que desconfiar de él, señores, hay que ir a él, como lo quiere León XIII; hay que esperar en él, porque el pueblo es bueno, cuando no lo hacen malo los que después de sembrar vientos en su alma, lo reniegan y lo incriminan porque salen de ella tempestades. Es verdad,… que, en el momento más formidable de la historia, fue ese soberano anónimo quien, bajo los balcones del pretorio, reclamó la muerte del Hombre-Dios, y aclamó a Barrabás, el homicida, el ladrón. Pero no es menos cierto que, entonces como tantas otras veces, el pueblo procedía instigado por los grandes, por los escribas sectarios, por los fariseos opulentos, por herodianos dinásticos…” [18]

El pueblo, es pues, la materia sobre la cual recaerá la forma de la democracia.

Con Santo Tomás de Aquino, afirma que: “‘La buena organización política exige una condición esencial; a saber: que todos tengan alguna parte en el gobierno. Tal es el medio verdadero de conservar la paz en una nación, y de hacer que todo el pueblo ame y defienda su propia constitución.” [19]

Sin embargo, esto no implica que todos gobiernen, porque la multitud tiene demasiadas cabezas para tener un pensamiento; demasiadas conciencias para tener una responsabilidad, y demasiados ojos para tener una mirada. [2] Por este motivo, es una ilusión atribuir la verdad al mayor número de palabras; y la autoridad mejor o el gobierno más responsable al mayor número de cabezas. Esta ilusión, dice el Dr. Zorrilla de San Martín, solemos encontrarla “donde falta un hombre de buena cabeza y buen corazón”. [21]

Entiende que la sociedad es un conjunto de hombres libres y responsables con derechos y deberes inalienables; cada uno cumpliendo una función. Si el organismo (cuerpo social) está sano, brotan de él fuertes energías. En consecuencia “el medio racional (para elegir el mejor gobierno) es hacer concurrir a la formación de aquella cabeza todas las células aptas, según su importancia u oficio; hacer que el gobierno proceda del interior de una sociedad; que no sea un sombrero, sino una cabeza.” [22]

También piensa que pueden existir casos extraordinarios, en los que se hace necesario “eliminar el germen morboso”, “los elementos malos, por el sano funcionar del propio organismo.” [23]

De hecho, cada uno de los miembros de la sociedad civil es responsable de sí mismo y de sus acciones, así como de las consecuencias que se derivan de ellas. Dice Zorrilla de San Martín:

“¿Quieres tú reformar la sociedad? Comienza por el principio: refórmate a ti mismo; poco a poco si es necesario… pero piensa en ello. No nos salvaremos nosotros porque se salve el mundo, ni nos perderemos porque él se pierda, dice Carlyle. Sí, pero el mundo se salva o se pierde en nosotros. Y eso es democracia, en su más honda acepción: la colmena inteligente y libre que modifica su propia arquitectura.

La democracia es la entidad que más pone al hombre en presencia de sí mismo, es decir, en presencia del Señor, su Dios, el solo dueño de su persona, legislador y juez de su espíritu. Pero dueño de un espíritu libre.” [24]

Y más adelante: “Eso es democracia: el funcionamiento normal de todos los aparatos o piezas en el organismo social político: el orden, la preferente protección al hombre y a las clases débiles… el orden internacional es también eso: la democracia entre las naciones… También la nación que pretende mejorar al mundo ha de comenzar por mejorarse a sí misma.

Todo hombre, como toda nación, debe intervenir en el descubrimiento de la verdad práctica, determinar el ritmo vital de la sociedad política y en la internacional. Todo depende de que cada uno desempeñe la función que le es propia.” [25]

Es que: “Todo hombre o ciudadano es un político; el gobierno, es resultado, no sólo de sus opiniones sino de su vida, de sus actos.” [26] Por su parte, cada nación o “persona colectiva” —como la designa el Dr. Zorrilla de San Martín— es sujeto de derechos y de deberes en la sociedad internacional. [27]

Democracia es “selección entre mayor número, una aristocracia más alta: la de las almas contrapuesta a la de los cuerpos; hemos de descubrir en ella la superioridad que radica en la obra de la libertad y de la responsabilidad humanas, sobre la que sólo se funda en la obra de la generación.” [28]

Este es el motivo por el cual “la forma de gobierno republicana, si es la natural de la democracia, lo es porque significa eso: un constante examen de conciencia, un continuado balance o liquidación”. [29]

Resulta claro que para el Dr. Zorrilla de San Martín, la democracia hace que el hombre tienda a la virtud y a la unidad. [30]

“La humanidad está cansada de verse dominada por hombres vanos, soberbios, lujuriosos, despreciadores de sus semejantes”; “lo que subleva es la riqueza disoluta, insolente, instrumento de pecado público y privado”. “No hay lucha entre capital y trabajo, como no la hay entre la libertad y la autoridad… Lo que hay es un instinto de rebelión contra el vicio para levantar otro… La aparición de una virtud en la cumbre, es la esperanza de la democracia; de una virtud privada como base sine qua non de la pública.” [31]

Para este pensador uruguayo, la realización de la democracia depende, pues, de la vida virtuosa. Aquí radica lo cualitativo. Existirá o no democracia, según el modo de obrar de los miembros del cuerpo social.

Para Zorrilla, la democracia está esencialmente ligada con el amor recíproco. En el discurso pronunciado al inaugurar el cuarto Congreso, celebrado en Montevideo, del Instituto Americano de Derecho Internacional, analiza este tema.

“Si la democracia regula las relaciones, no sólo entre los hombres de la sociedad civil, sino también la de los pueblos en la sociedad internacional,… es donde puede y debe concebirse el amor recíproco”. La democracia internacional debe entenderse bajo el signo “del amor recíproco entre semejantes colectivos.” [32] Más aún, está seguro que “si el amor entre naciones es posible en alguna parte, en ninguna podría serlo como entre nosotros, entre los pueblos de este continente emancipado, hermanos de veras, como hijos que somos de una sola madre autóctona: de la buena y generosa madre Democracia.” [33]

¿Por qué autóctona?

Porque “los verdaderos caudillos americanos (de las luchas de la independencia) fueron aquellos que bebieron toda su inspiración, y recogieron toda su fuerza, y cifraron todas sus esperanzas en los puros sentimientos populares, sentimientos esencialmente cristianos; los que conservando los principios de libertad, de igualdad y de caridad, que habían sido traídos a América por los misioneros, por los verdaderos libertadores, no estaban contaminados por las rebeldías de la razón, ni por las apostasías del sensualismo utilitario”. [34]

La política nacional, así como la política internacional, deben encauzarse pues, “por la vía cristiana del amor”, única vía posible de convivencia auténtica entre hombres y entre naciones.” [35]

No desconoce el filósofo uruguayo que “hay escuelas que excluyen en absoluto el amor de entre los agentes de felicidad; (porque) no es un elemento biológico susceptible de experimentación; no es una realidad, por lo tanto, no es una fuerza; no es una cosa científica… no es nada”. Sin embargo, dice: “yo creo que es todo; no sólo es una fuerza, la suprema, la creadora, sino que es una realidad sustancial, una sustancia, lo que se llama una sustancia, de que procede todo cuanto existe.” [36]

Fin de la democracia. El amor entre los hombres y el amor entre las naciones siembra la paz. Por esto dice el Dr. Zorrilla de San Martín que se hace imperioso rectificar el viejo aforismo: “Si vis pacem para bellum”, a fin de sustituirlo por el de la democracia: “Si vis pacem para pacem”; “o si quieres la paz en los hechos, prepara la paz en las almas; que la paz es una cosa espiritual.” [37]

La paz es uno de los aspectos principales, uno de los fines que persiguen los hombres, tanto a nivel nacional como internacional. Ya lo anunciaba en el discurso inaugural del Congreso jurídico Ibero-americano, reunido en Madrid el 25 de octubre de 1892: “La paz, la armonía, el respeto mutuo, el mutuo auxilio, la caridad, son el orden, son la ley, son el bien; el antagonismo, la rivalidad, la guerra, el odio, son el mal, porque son la perturbación del orden, la violación de la eterna Voluntad Creadora, que en el amor necesario a la perfección infinita de su propio Ser, que es todo amor, traza la norma del bien absoluto, y de la absoluta felicidad.” [38]

Todo ello: paz, armonía, respeto, auxilio, caridad, constituyen el bien común nacional (si se refiere a las relaciones interpersonales) y al bien común internacional (en caso de referirse a las relaciones entre las diversas naciones). Para conseguir este bien común, el Dr. Zorrilla de San Martín entiende que uno de los medios vivenciados es la democracia nacional e internacional. De ahí que plantee el gran problema del gobierno internacional. En el discurso mencionado, del 25 de octubre de 1892, cuando aún no existía un ordenamiento jurídico internacional, se preguntaba: “¿Cuál es la forma de gobierno de la sociedad internacional? ¿Quién es el superior entre los iguales, la encarnación del conjunto entre los miembros soberanos que la forman? ¿Cómo se determina? ¿Cómo se designa y constituye la autoridad, sin incurrir en un monstruoso cesarismo internacional?” [39]

Y en 1911 decía: “No estamos en presencia de problemas empíricos que puedan ser resueltos por un gran pensador o confiados a un inventor genial, sino que debemos concurrir en consulta a las naciones, y oírlas atentamente hasta dar con su verdad, con la verdad de las naciones, de todas y cada una de ellas, que debe ser una, como toda verdad, pero que se revela en los hechos, en su repetición, en el agente que los determina”. [40]

Aquí se encuentra nuevamente su pensamiento sobre la democracia internacional. Todas las naciones -así como todos los hombres- son iguales en sí mismos. Sin embargo, difieren en su individualidad, en sus circunstancias; de ahí el diverso enfoque a los problemas; de ahí la diversidad de opiniones. Pero esta diversidad, esta pluralidad, no es sinónimo de caos o confusión; sino que es complementaria. No admite el Dr. Zorrilla de San Martín unidad en la contradicción, sino en la complementación. Por esto afirma que la verdad de cada cual revela la verdad, que es una. La realidad empíricamente conocida se impone al entendimiento.

He aquí las tres ideas que se entrelazan: democracia, unidad, verdad. Su conjunción conduce a la perfección. “La persona colectiva –dice el Dr. Zorrilla de San Martín– no puede ser conducida indefinidamente por otra persona colectiva; todo va a la unidad, la busca como la razón de ser de todo; la busca también la democracia… La unidad es el ideal de perfección.” [41]

En consecuencia, la perfección que es el fin al cual tienden los hombres y las naciones, se conjuga con el bien común nacional e internacional, y se logra mediante la vida virtuosa que une a los hombres y a las naciones en la verdad y las hace vivir en paz. Aquí se manifiesta el fin de la democracia.

La autoridad y su fundamento. Las consideraciones zorrilleanas sobre la autoridad se desarrollan en el marco de lo ético. “El deber y derecho son entidades de orden ético.” [42]

La autoridad puede ser legítima o ilegítima, según cumpla o no con el fin de la sociedad: el bien común. Por esto dice el Dr. Zorrilla que: “La legalidad no es siempre justicia… y mucho menos virtud; legisladores hay que son los primeros en burlarse con jactancia de sus propias leyes.” [43]

Toda autoridad procede de Dios, enseña. Efectivamente; pero el hombre gobernante surge del mismo pueblo y debe ordenar su propia voluntad a la voluntad de Dios. Siguiendo a Santo Tomás dice que: “Dios es el autor de la naturaleza humana. Y si en la humana naturaleza tiene su razón de ser la sociedad y el estado, claro está que tanto ésta como el poder público vienen de Dios.” [44]) “Y dice el discípulo Suárez, llevando los principios a sus naturales consecuencias: La democracia es de origen divino”. [45]

La autoridad del rey o la autoridad del pueblo, “es nada para la conciencia humana, si no entraña algo superior a la humana naturaleza, ya que la relación natural entre hombre y hombre es de igualdad, no de dependencia u obediencia.” [46]

Este es el motivo por el cual afirma que la autoridad es ejercida por los más aptos, y los más aptos son designados por la nación. La aptitud a la cual se refiere es de orden ético personal y ético profesional. [47]

“La doctrina sobre el origen divino esencial de la autoridad y sobre sus formas accidentales, sobre la soberanía originaria del pueblo, … no es diferente a la doctrina planteada en Grecia por Aristóteles, y proclamada en toda su plenitud por las escuelas cristianas; por el genio portentoso de Santo Tomás de Aquino; por los maestros de las universidades castellanas, y por los de la antigua Sorbona; por el Padre Vitoria, por Belarmino, por el ilustre Padre Suárez en pleno siglo décimo sexto; por vosotros mismos, maestros de la Compañía de Jesús, que al pisar tierra americana, os sentís tan republicanos como nosotros…” [48]

“Obedecer y acatar la autoridad es, en la democracia o gobierno del pueblo, … reconocer la existencia y la acción eficiente de un agente espiritual de ritmo, de armonía, de cohesión vital…” [49]

En consecuencia, la democracia es de “divino abolengo”; ella se funda en la igualdad esencial de los hombres que han sido creados por Dios a su imagen y semejanza, con la finalidad de gozar la felicidad eterna. El Dr. Zorrilla de San Martín reconoce un doble fundamento a la democracia y a la autoridad: uno naural y otro divino. Ve en la democracia el espíritu que vivifica a las sociedades con una savia nueva, cristiana, a condición de haberse revitalizado, cristianizado, e1 hombre, miembro insustituible, personalmente responsable y gestor del cuerpo socia1.

“¡No sin causa vemos reaparecer la fiera entre nosotros, desde el momento en que desaparece de nuestro lado el divino domador!” [50]

 


[1] Raúl Montero Bustamante en la biografía que precede la edición de Tabaré, conmemorativa del centenario del nacimiento del autor. 2da. ed. 1962, Mosca Hnos., Montevideo, pp. 22-23.

[2] Dr. Eduardo Couture, Presentación en: Discursos, artículos y notas de Derecho Internacional Público, Juan Zorrilla de San Martín. Publicaciones oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Montevideo, 1955.

[3] Idem.

[4] Discursos, artículos y notas de Derecho Internacional Público, Juan Zorrilla de San Martín, ed. citada, Estudio Preliminar por Eduardo Jiménez de Aréchaga.

[5] Juan Zorrilla de San Martín, Las Américas, Montevideo, ed. Ceibo, 1945, p. 217.

[6] Idem, p. 224.

[7] Idem, p. 227.

[8] Idem, p. 232 y ss.

[9] Idem, p. 233.

[10] Idem, p. 234.

[11] Idem, p. 235.

[12] Juan Zorrilla de San Martín, conf. “León XIII y la América Latina”, pronunciada el 30 de junio de 1902. En Conferencias y discursos, t. 2, Montevideo, Imprenta nacional colorada, 1930; p. 143.

[13] Idem, p. 150.

[14] Idem, p. 150/1.

[15] Juan Zorrilla de San Martín, Las Américas, ed. cit., p. 218.

[16] Idem, p. 223.

[17] Idem, p. 229.

[18] Conferencia del 30 de junio de 1902, p. 148.

[19] Citado en Las Américas, ed. p. 230.

[20] Idem, p. 229.

[21] Idem, p. 228.

[22] Idem, p. 225.

[23] Idem, p. 226.

[24] Idem, p. 235-236.

[25] Idem, p. 238.

[26] Idem, p. 226.

[27] Cfr. Discurso del 22 de octubre de 1892: “El mensaje de América”; discurso del 25 de octubre 1892, Derecho Internacional (principalmente p. 56 a 59). En Conferencias y discursos; 2da. ed. aumentada, con prólogo de Benjamín Fernández y Medina; Bertrán y Castro ed. Montevideo, (Prólogo fechado en enero de 1905).

[28] Zorrilla de San Martín, Las Américas, ed. cit. p. 246.

[29] Idem, p. 240.

[30] Idem, p. 229.

[31] Idem, p. 218.

[32] Discurso pronunciado el 22 de marzo de 1911: “El amor entre naciones”, en Conferencias y Discursos, t. 3, imp. cit., p. 161.

[33] Idem, p. 168. Cfr. con discurso del 15 de agosto de 1921 (Presentación de credenciales de embajador en Paraguay) y discurso del 3 de junio de 1903 (ante la delegación chilena en el Río de la Plata).

[34] Zorrilla de San Martín, conf. “León XIII y América Latina”, cit., p. 159.

[35] Zorrilla de San Martín, “Discurso del 22 de marzo 1911”, cit, p. 159.

[36] Idem, p. 160.

[37] “Discurso del 22 de marzo 1911”, cit., p. 168.

[38] Zorrilla de San Martín, discurso: “Derecho Internacional”, mencionado, p. 54.

[39] Idem, p. 57.

[40] “Discurso del 22 de marzo de 1911”, citado, p. 158.

[41] Zorrilla de San Martín, “Las Américas”, ed. cit., p. 229.

[42] Idem, p. 56.

[43] Idem, p. 248.

[44] Citado por Zorrilla de San Martín en Las Américas, pp. 253-254.

[45] Idem.

[46] Idem, p. 254.

[47] Cfr. Conf. “León XIII y la América Latina”, cit. p. 184.

[48] Idem, p. 185.

[49] Zorrilla de San Martín, Las Américas, ed. cit. p. 254.

[50] Zorrilla de San Martin, conf. “León XIII y la América Latina”, cit., p. 180.