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Daniel Iglesias Grèzes

Se conocen más de 5.300 manuscritos griegos antiguos que contienen el texto (completo o incompleto) del Nuevo Testamento. Además han sobrevivido hasta hoy unos 10.000 manuscritos antiguos con copias del Nuevo Testamento en latín y otros 9.300 con versiones en siríaco, copto, armenio, gótico y etíope, totalizando más de 24.000 manuscritos antiguos del Nuevo Testamento, una cantidad mucho mayor que la correspondiente a cualquier otra obra literaria de la Antigüedad, exceptuando el Antiguo Testamento. Las variaciones del texto encontradas en estos manuscritos son muy pequeñas y en lo sustancial no afectan a las doctrinas cristianas principales.

Además se conocen más de 32.000 citas del Nuevo Testamento incluidas en las obras de los Padres de la Iglesia y otros escritores eclesiásticos anteriores al Concilio de Nicea (año 325). El Nuevo Testamento entero, con excepción de 11 versículos, podría ser reconstruido a partir de esta sola fuente.

En cuanto al canon del Nuevo Testamento, Tertuliano afirma que hacia el año 150 la Iglesia de Roma había compilado una lista de libros del Nuevo Testamento, la cual es idéntica a la actual. Se conserva un fragmento casi completo de esta lista en el Canon Muratoriano del año 170.

Las Biblias completas más antiguas son el Códice Vaticano (circa año 300) y el Códice Sinaítico (circa año 350), conservados en el Museo Vaticano y el Museo Británico (en Londres), respectivamente. Los manuscritos de los tres primeros siglos contienen sólo fragmentos del Nuevo Testamento (desde unos pocos versículos hasta algunos libros completos). Los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento son papiros. Éstos han sido numerados desde P1 hasta P96. Los 96 papiros numerados contienen partes de cada libro del Nuevo Testamento excepto 1 y 2 Timoteo.

El primer papiro del Nuevo Testamento (hoy conocido como P11) fue descubierto por Constantin von Tischendorf en 1868. En 1897-1898 la nueva ciencia de la papirología se vio sacudida por el descubrimiento de los más de dos mil papiros de Oxyrhynchus en Egipto, 28 de los cuales corresponden al NT. Veinte de ellos eran más antiguos que los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento conocidos hasta ese entonces. Además los papiros de Oxyrhynchus representan 15 de los 27 libros del Nuevo Testamento.

En 1930-1931 Sir Frederic Kenyon publicó los papiros Chester Beatty (P45, P46 y P47), los cuales fueron datados como del período 200-250. Estudios más recientes demuestran que P45 es del año 150 y P46 del año 85, aproximadamente. Además estos papiros eran mucho más extensos que los papiros conocidos hasta entonces: Contienen docenas de capítulos de los Evangelios, los Hechos, las cartas de Pablo y el Apocalipsis.

En los años cincuenta fueron descubiertos los papiros Bodmer (P66, P72, P73, P74 y P75). El más importante de ellos es P66, que contiene los primeros 14 capítulos del Evangelio de Juan. Originalmente fue datado como del año 200, pero estudios más recientes prueban que es del año 125 o anterior.

Hacia 1960 se consideraba a P52 (el «Papiro Rylands») como el papiro del Nuevo Testamento más antiguo. Originalmente datado como del año 125, hoy se considera más exacta una fecha cercana al año 100. Contiene cinco versículos del capítulo 18 de Juan.

La papirología es una ciencia que ha avanzado mucho en los últimos cincuenta años debido a la disponibilidad de equipamiento moderno y de miles de papiros utilizables como medios de comparación. La mayor parte de las redataciones recientes han dado como resultado fechas más tempranas que las asignadas originalmente.

Trabajos recientes de Carsten Peter Thiede y Philip Comfort han demostrado que los papiros P64 y P67 son dos fragmentos del mismo manuscrito original. P64 es llamado «Papiro Magdalen», debido a que es conservado en el Magdalen College de Oxford (Inglaterra). P67 es conservado en Barcelona (España). Ambos papiros contienen partes del Evangelio de Mateo.

P64 fue datado en 1901 por el Rev. Charles Huleatt como del siglo III. En 1953 C.H. Roberts (el mismo autor que publicó el Papiro Rylands) le reasignó la fecha de 200 DC, la cual fue generalmente considerada correcta hasta 1995. Ese año, usando técnicas modernas y evidencias de los rollos del Mar Muerto (de los que luego hablaremos), Thiede asignó la fecha del año 60 DC a P64/P67.

Este descubrimiento es sumamente importante porque según la gran mayoría de los exégetas actuales el Evangelio de Mateo habría sido escrito hacia el año 80. Como además una mayoría todavía más contundente de los expertos atribuye la mayor antigüedad al Evangelio de Marcos, resulta que tanto la redacción de Mateo como la de Marcos habrían tenido lugar al menos veinte o treinta años más cerca del «acontecimiento Jesús» que lo que era generalmente admitido en medios académicos. Este descubrimiento tiene consecuencias muy importantes, que apenas han comenzado a ser evaluadas, en la cuestión de la historicidad de los Evangelios. Es un duro golpe a las teorías sobre el supuesto origen mitológico del cristianismo, porque la formación de un mito requiere, entre otras cosas, bastante tiempo, un tiempo que no puede haber existido si, como sostiene la tradición católica desde Papías, los Evangelios sinópticos fueron compuestos mientras aún vivían San Pedro y los demás apóstoles, testigos oculares de los acontecimientos de la vida de Jesús.

Pero la revolución de los papiros no se detiene aquí. La cueva 7 de Qumran, la biblioteca de la secta judía de los esenios destruida en el año 68 DC y redescubierta accidentalmente por beduinos en 1947, contiene 19 fragmentos en lengua griega, 18 de ellos papiros en forma de rollos. Las demás cuevas de Qumran no contienen ningún texto griego. Dos de los textos de la cueva 7 (7Q1 y 7Q2) fueron identificados inmediatamente como pertenecientes a la Biblia de los LXX (la antigua versión griega del Antiguo Testamento). El resto de los papiros (cada uno de ellos muy fragmentario) permaneció no identificado durante mucho tiempo.

En 1972 el papirólogo español José O’Callaghan descubrió que el texto del fragmento 7Q5 encajaba perfectamente con Marcos 6,52-53. Posteriormente un análisis computarizado reveló que Marcos 6,52-53 era el único texto griego antiguo conocido que concordaba con 7Q5. Los principales papirólogos del mundo han aceptado como indudable la identificación de 7Q5 con Marcos 6,52-53. Usando microscopio electrónico, fotografía infrarroja y otras evidencias, Thiede dató 7Q5 como del año 50. La mayoría de los estudiosos que atacan las conclusiones de O’Callaghan y Thiede no son papirólogos sino exégetas que se rehúsan a aceptar que el Evangelio de Marcos pudo haber sido escrito tan tempranamente, porque esto implicaría que ellos tendrían que reformular gran parte de su propia obra exegética.

Aún más segura que la identificación de 7Q5 con Marcos 6,52-53 es la identificación de 7Q4 con 1 Timoteo 3,16-4,3, también propuesta por O’Callaghan y confirmada por estudios posteriores. La datación exacta de 7Q4 es difícil, pero este papiro es obviamente anterior al año 68, lo cual concuerda con la probable composición de 1 Timoteo en el año 55. Es importante notar que muchos exégetas actuales consideran que las cartas 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito no serían del mismo San Pablo, sino de un discípulo suyo que, utilizando el nombre de su maestro, las habría escrito después del martirio de éste (año 67), incluso después del año 100. En la formación de esta hipótesis, que es la que prevalece en el campo protestante, ha influido el hecho de que en estas tres cartas se pueden detectar numerosos indicios (referencias a la jerarquía eclesiástica, etc.) de lo que autores protestantes llaman «protocatolicismo». La identificación de 7Q4 ha destruido esta hipótesis.

En resumen, la identificación y la datación de P64, P67, 7Q4 y 7Q5 ha demostrado que gran parte de los libros del Nuevo Testamento fueron escritos antes del año 70 DC, año de la destrucción de Jerusalén por parte del Emperador romano Tito.