hortus-conclusus

Pedro Gaudiano

Parece una “locura”, especialmente en estos tiempos, pero es una realidad. Muy cerca de Belén, en Tierra Santa, y fuera de los circuitos turísticos habituales que se organizan desde los países del Río de la Plata, existe un santuario mariano dedicado a Nuestra Señora del Huerto que fue construido gracias al aporte económico de los católicos uruguayos y argentinos (ver la vista general del Santuario Hortus Conclusus construído por Monseñor Mariano Soler en Tierra Santa). El Hortus Conclusus (“Huerto Cerrado”, en latín) se levanta majestuoso en los mismos jardines en los cuales, según una piadosa tradición multisecular, el rey Salomón habría compuesto el Cantar de los Cantares. Juan Zorrilla de San Martín, el máximo poeta uruguayo, afirma que se trata de “la más hermosa y definitiva consagración de dos naciones hispanoamericanas ante el mundo civilizado por el cristianismo”. El fundador y alma máter de aquel santuario fue el primer arzobispo de Montevideo, monseñor Mariano Soler.

Una gracia singular de la Madre de Dios

En la partida de bautismo de Soler, que se guarda en el Archivo de la Parroquia de San Carlos (Libro VII de Bautismos, fol. 42), consta que su nombre completo era Mariano Salmiro Encarnación. Sin embargo, Soler nunca utilizó sus dos últimos nombres de pila en sus documentos civiles y pastorales ni en las obras que publicó. En la misma partida consta que nació en San Carlos el 25 de marzo de 1846, es decir, en la solemnidad de la Anunciación a la Santísima Virgen María. La fecha de nacimiento y el nombre de aquel niño revelaban proféticamente la misión que estaría llamado a desempeñar: anunciar y encarnar el mensaje de Jesucristo en medio de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo.

Una experiencia muy particular marcaría la infancia del futuro arzobispo de Montevideo: en 1854 se salvó milagrosamente de morir ahogado. Él mismo consignó aquel hecho de su puño y letra en el siguiente texto firmado por él, que consta en el primer libro de visitas de la Basílica de Luján, datado el 23 de julio de 1882:

“Siendo de la edad de ocho años, caído en un pozo del arroyo de San Carlos (R.O.) donde me estaba bañando, después de inútiles esfuerzos por salir del peligro, y casi sin sentido por el agua que había tragado, al terminar una Salve a la Santísima Virgen, me vi puesto en salvo de una manera tan extraordinaria que siempre lo he atribuido a una gracia singular de la Madre de Dios…”.

Mariano, porque nació el día de María; y más mariano aún porque María le salvó la vida.

El “Huerto Cerrado” y la “Fuente Sellada”

“Huerto cerrado eres, María, Huerto cerrado, Fuente sellada; y tus perfumes, aromas de Paraíso”. Con estas palabras del libro bíblico del Cantar de los Cantares (4,12-13), Mariano Soler comienza a desarrollar el tema “María del Huerto en Tierra Santa”, apéndice de su obra Hiperdulía: Motivos eficaces para amar y honrar a María Madre de Dios, publicada en Montevideo en 1890. Explica Soler:

“Muchos creen que el Huerto Cerrado y la Fuente Sellada, figuras de María, ya no existen en el lugar originario, conservándose solamente en la memoria de las tradiciones. Pero no es así: ese Huerto y esa Fuente existen, para perpetuo honor de la fecundidad virginal de María.

Etham

A diez kilómetros de Jerusalén, y a corta distancia de Belén, existe un pequeño oasis rodeado por un árido desierto, en el lugar denominado por los árabes Urthas, que es el antiguo Etham de la Biblia; y es el sitio más ameno y fértil de toda la Judea, que, como todos lo saben, semeja un desolado páramo.

En mis viajes a Tierra Santa tuve la satisfacción de visitar ese lugar, que además de ameno es clásico en las Sagradas Escrituras; y la impresión que experimenté no se me borrará jamás. ¡Un jardín en medio del desierto, un vergel florido cercado de áridas montañas! Es la imagen de María, bella, hermosa e inmaculada, en el desierto árido de este mundo.

Encuéntranse en este lugar tres grandes recuerdos clásicos del reinado de Salomón: los estanques, la fuente sellada y el huerto cerrado, con la particularidad de que el Huerto Cerrado y la Fuente Sellada, que existen en las inmediaciones de Etham, son figuras bíblicas de María; pues afirman los Santos Padres, al glosar estos parajes de la Biblia, que María es Huerto y Fuente por su fecundidad, por habernos dado el Salvador del mundo; pero Huerto cerrado y Fuente sellada por su virginidad”.

A continuación Soler describe los tres estanques de Salomón, que contenían “en total cuarenta y dos millones doscientos treinta mil litros de agua”; la Fuente Sellada, llamada así porque “cuando se ve correr el agua, ya está fuera de su nacimiento”, signo de la fecundidad perpetua de María a través de los siglos; el Huerto Cerrado, “cerrado materialmente por las montañas altísimas que lo circundan”, y con una espléndida y exuberante vegetación gracias a las aguas de la Fuente Sellada que serpentean por el valle y no se secan jamás.

Aquel lugar aún hoy es conocido por los árabes como Bestan Suleiman, Jardines de Salomón, y se halla en el fondo de un valle rodeado por montañas. En una de las laderas occidentales se levanta la aldea de Urthas u Ortás, que hacia 1897 contaba con unos seiscientos habitantes. Aquellos jardines producen verdadera admiración a los peregrinos de todo el mundo que frecuentemente acuden a visitarlo. Soler los describía como un oasis encantador en medio del desierto, en el cual se ven “al lado de gayas flores, naranjos y limoneros de Oriente, granados y almendros frondosos, junto con higueras y perales soberbios con la vegetación tropical, y en donde se recogen cuatro cosechas al año. ¡Cosa rarísima en Judea!”

La inspiración

Mariano Soler fue el blanco predilecto de una de las más violentas persecuciones anticlericales que se vivió en el Uruguay, ocurrida durante el gobierno del general Máximo Santos (1882-1886). El obispo de Montevideo, Monseñor Inocencio María Yéregui, llegó a tomar una medida sin precedentes: en la Semana Santa de 1885 (29 de marzo al 5 de abril) ordenó suprimir las predicaciones en todos los templos de la República. Fue la primera y única vez en la historia de la Iglesia en el Uruguay que sucedió algo así.

Por esas fechas se le llegó a notificar anónimamente a Soler que su misma vida corría peligro. Fue por eso que Monseñor Yéregui, prudentemente, decidió enviar a su vicario general fuera del país durante algún tiempo.

Soler partió a su exilio el 9 de mayo de 1885. Fue a Roma, y desde allí emprendió su primera peregrinación a Tierra Santa. Un fraile llamado Lavinio lo llevó a visitar los Jardines de Salomón. Al señalar aquel rincón fecundo y hermoso, el guía árabe de la excursión mencionó las palabras inspiradoras: “¡Huerto cerrado…!”, “¡Fuente sellada…!” Entonces Soler vivió lo que él mismo llamó un “momento solemne”, una experiencia religiosa inefable que lo acompañaría el resto de su vida:

“Al oír esas palabras, así… de improviso, en aquel lugar… en presencia de aquel mismo Huerto y de aquella Fuente, que constituyeron el encanto y las delicias del gran Rey que hacía tres mil años, las había celebrado como imágenes y figuras de María en lo que constituyen de la Virgen Madre toda su divinal grandeza, ah!… entonces mi espíritu se estremeció conmovido en el paroxismo de un gozo soberanamente celestial. Sí; se exaltó mi espíritu! …

“Palabras que son intraducibles, porque jamás podré describir la impresión sublime que en aquel momento dichoso se apoderó de todo mi ser. Parecíame oír en notas angélicas el cantar divino: Hortus conclusus, ¡Oh! María, Hortus conclusus, Fons signatus; emissiones tuae paradisus! Mientras que como en vaporosa y perfumada nube se presentaba envuelta la imagen de María del Huerto, embalsamando el ambiente de aquel Edén terrenal, en cuyas flores la Virgen dejará al pasar, estampada su bella y celestial figura”.

En efecto, como parte de esa fuerte conmoción religiosa, el sacerdote relata que le pareció “que veía flotar sobre las flores de aquel edén la imagen de María del Huerto, que reclamaba la erección de un Santuario de parte del Instituto Religioso, único que en el cristianismo lleva la gloria de su nombre: Las Hijas de María del Huerto”.

Las Hijas de Nuestra Señora del Huerto y las monjas Visitandinas o Salesas, fueron las dos primeras congregaciones femeninas que se establecieron en el territorio uruguayo. Arribaron al puerto de Montevideo en el mismo barco el 18 de noviembre de 1856. En el 2006, pues, se cumplieron 150 años del inicio de la vida consagrada femenina en el Uruguay.

La imagen de Nuestra Señora del Huerto fue pintada en el año 1500 en el muro de un huerto de Chiavari, pequeña ciudad de las afueras de Génova, y en 1829 dio el nombre a la nueva congregación religiosa que fundaba el sacerdote Antonio María Gianelli.

Hacia 1890, las Hijas de María del Huerto se encargaban en Montevideo del Hospital de Caridad (conocido como Hospital Maciel), el Manicomio, el Asilo de Huérfanos, los Asilos maternales y otras múltiples instituciones de enseñanza y caridad en toda la República. Esas obras daban testimonio de los servicios y beneficios que la sociedad uruguaya recibía de aquella congregación religiosa.

León XIII y el Santuario en Tierra Santa

Siendo aún obispo de Montevideo, Monseñor Soler, en una audiencia, dio cuenta al Papa León XIII del proyectado santuario. Y lo hizo de la siguiente manera:

“Padre Santo: al viajar por Palestina, me encontré con el delicioso Edén de Salomón, denominado Hortus Conclusus, mencionado en el Cantar de los Cantares que, como Vuestra Santidad sabe, es figura de la Santísima Virgen. Al observar que allí no existía monumento alguno dedicado a María, concebí el proyecto de erigirlo. Mas, como entre todos los Institutos consagrados a María, el único que con su advocación recuerda esa figura del Hortus Conclusus, es el de las Religiosas de Nuestra Señora del Huerto, creí que aquel lugar estaba destinado para un Santuario a la gloria de su Titular”.

Al mismo tiempo, Soler hizo notar al Papa que “Santo Toribio, Arzobispo de Lima, había sido el primero que, en unas letanías de María, compuestas por él y aprobadas por Paulo V, había introducido y recordado esta invocación: Hortus Conclusus, ora pro nobis”. Entonces el Papa León XIII no sólo bendijo y aplaudió el proyecto, sino que aprobó la elección del lugar:

“Pues bien, nos contestó León XIII, si Santo Toribio ha sido el primero en honrar a María en las letanías con la invocación simbólica de Hortus Conclusus, usted tendrá el honor de ser el primero en procurar se le erija un Santuario en el mismo lugar simbólico de su maternidad virginal, en Hortus Conclusus, y en ningún lugar se encontrará mejor María del Huerto”.

La autorización del Sultán de Turquía

Al principio los musulmanes se opusieron fuertemente al proyecto de construir un santuario en aquellas tierras. El principal opositor era el jeque beduino de Orthas, la pequeña población musulmana ubicada en la colina pedregosa a orillas del huerto profético. Se invocaba la preferencia que la ley acordaba a los turcos para la adquisición de tierras en Palestina. Para emprender la obra del santuario, pues, era necesario obtener el “firmán” imperial, es decir, el permiso del Sultán de Turquía, Abdul-Hammid II.

Después de tocar todos los resortes que él sabía eficaces para obtener aquel permiso imperial, Soler se unió a una caravana y durante 38 días recorrió el desierto de Arabia, siguiendo las huellas de Moisés durante el éxodo del pueblo hebreo, desde Egipto hasta la Tierra de Promisión. Cuando regresó a Jerusalén por el Mar Muerto, todos los obstáculos habían desaparecido: el jeque de Orthas se había adherido al proyecto, el terreno del futuro santuario ya estaba libre y desmontado, y se había obtenido la autorización del Sultán, que decía:

“A vos, Ibrahim Bajá, Gobernador de Jerusalén, condecorado con la dignidad de Beilerbey de Rumelia y del segundo grado del Orden Imperial de Osmanié y de Mejidié, llegará este nuestro Firmán Imperial:

Sabed, por tanto, que el patriarca Armeno-Católico, Saidna Azarián, ha solicitado nuestra autorización imperial, como corresponde, para la construcción de un Santuario en el lugar denominado Hortus Conclusus en los Sebasten Suleymán, Jardines de Salomón, en las inmediaciones de la población de Orthas, a tres cuartos de distancia de Belén; y así como en respuesta a la información oficial, el Consejo administrativo del Mutasarefato envió la relación correspondiente; y habiendo éste sido sometido al Consejo de Estado; y, conforme al proceso verbal del mismo, constató que el mencionado terreno no está sujeto a ningún destino del Islam, y que nada obsta a la construcción del edificio allí proyectado para uso nazareno, aconsejándonos que es el caso de conceder mi imperial Firmán de autorización, necesario en todo el Imperio de la Sublime Puerta para casos análogos, sin perjuicio de los derechos del Islam; por esto fue sometido el asunto con su expediente a mi suprema, sublime e imperial sanción. En este estado las cosas, expedí mi imperial Iradé; y, en consecuencia, mi Imperial Cancillería expidió a su vez el presente sublime Firmán, en favor del Santuario de Hortus Conclusus, Sebasten Suleymán, que se pretende construir en nuestros imperiales dominios para uso de los nazarenos, el cual será respetado por todos nuestros súbditos musulmanes y nazarenos.

Por tanto, tú, que eres el mencionado Mutesarif, debes procurar que, en nuestro nombre, y por nuestra autoridad sublime, no se ponga dificultad alguna por ninguno de nuestros súbditos a la construcción de dicho Santuario, con tal que no se excedan las medidas métricas del plano presentado. Y no permitas que se haga cosa alguna contra mi sublime autoridad e imperial voluntad.

[Timbre de la Cancillería Imperial]

El 13 Scewal 1314. [17 de Marzo de 1897]

El Sultán Abdul-Hammid II

La piedra angular

Apenas llegado a Jerusalén, Soler recibió la autorización imperial y enseguida se dirigió solemnemente con una comitiva al Hortus Conclusus. El jeque de Orthas salió a su encuentro con el vecindario, y puso su firma en el acta de la piedra fundamental. Soler arrojó la piedra angular del Santuario mariano en Tierra Santa, que contenía un pergamino con el siguiente texto:

Para perpetua memoria

“Huerto Cerrado y Fuente Sellada eres, María” (Antífona de los Cánticos de Salomón).

Para mayor gloria de Dios, y en honor de la Santísima Virgen María, de quien es figura este Paraíso, el día diecisiete de Marzo del año del Señor mil ochocientos noventa y siete, reinando el Sumo Pontífice León XIII, y bajo el gobierno del Patriarca Jerosolimitano, Mons. Luis Piavi, quienes han aplaudido y bendecido la erección del Santuario, fue colocada por el Arzobispo de Montevideo, en la República O. del Uruguay, Mons. Mariano Soler, la piedra angular del Monumento que los fieles de las Repúblicas Argentina y Uruguaya, de la América del Sud, dedican a María del Huerto en este lugar, denominado por Salomón en sus cánticos Hortus Conclusus, en árabe Orthas, a diez kilómetros de la ciudad de Jerusalén, y en las inmediaciones de Belén.

El templo y el edificio que aquí se construyen, se deben a la generosidad piadosa de argentinos y uruguayos, que erigen este Santuario, así en testimonio de su devoción a la Virgen Sma. del Huerto, como de gratitud por los beneficios recibidos de su santo instituto, y para honor y propiciación de ambas Repúblicas Argentina y Uruguaya, en esta Tierra Santa, cuna de la redención del mundo, y origen de la civilización”.

La construcción

La inspiración inicial que tuvo Mariano Soler habría sido honrar solamente al Uruguay con la construcción del Santuario mariano en Tierra Santa. Pero por las necesidades económicas de la época –y también por la magnitud de la obra–, Soler tuvo que acudir a la generosidad de los católicos argentinos. Y fue así que en ambas márgenes del Río de la Plata se crearon comisiones con el objeto de recaudar fondos para la construcción del Santuario.

El 19 de abril de 1897 Mariano Soler recibió en Roma el palio arzobispal. Llegó a Montevideo como primer arzobispo el 28 de junio de 1897, trayendo la cuchara de plata y marfil que utilizó para sellar con cemento romano la piedra angular del Santuario. El 31 de julio siguiente fechó una carta circular pidiendo ayuda económica para la construcción del santuario Hortus Conclusus. Todos los obispos argentinos manifestaron su adhesión a dicha circular y recomendaron aquella obra.

Soler, en diversas oportunidades, reiteró los antecedentes de su proyecto con el fin de impulsar la generosidad de los católicos argentinos y uruguayos. El estado de la obra avanzaba según los recursos que se enviaban a Palestina. En setiembre de 1898, Soler detallaba los importantes trabajos preparatorios que ya se habían realizado. Se había tallado la montaña en una extensión de setenta metros de largo por 36 de ancho y diecisiete de alto para asentar el edificio. En este trabajo se empleó un año y 2.000 kilos de pólvora. Alrededor de todo el terreno comprado se había construido con piedra de sillería un gran muro de setenta metros de largo por trece de alto, para separar el edificio del jardín y formar la plataforma del santuario. Se había construido un puente de ochenta metros de largo por siete de alto y tres metros y medio de ancho, sobre dieciséis arcos. El puente atravesaba todo el jardín y servía para la comunicación del santuario con la villa inmediata de Ortás. Además se construyó un gran muro central que cubría el frente de la montaña en la parte que serviría de terrazo del edificio y un gran canal para desagüe de las lluvias torrenciales del invierno, que atravesaba el valle, a fin de no invadir el Huerto propiamente dicho. Se habían preparado y acumulado los materiales para continuar la obra – gran cantidad de cal y piedras labradas – en los galpones correspondientes.

La monumental obra quedó terminada en cinco años. El santuario propiamente dicho (ver el Edificio del Santuario, cuya piedra fundamental fue colocada por Monseñor Soler en 1897) quedó entre dos cuerpos de edificio, uno para las religiosas del Huerto, y otro que serviría de asilo u hospicio. El capellán tenía su casa aparte con hospedería, separada del santuario con el jardín por medio.

La inauguración

Las Hijas de María del Huerto tomaron posesión del Hortus Conclusus el 12 de noviembre de 1901 (Ver junto al portal del Santuario, del lado izquierdo, esta piedra de mármol de cuatro metros de longitud recuerda la inauguración del Santuario realizada en 1901). El establecimiento se inauguró solemnemente el 2 de julio de 1902, ocasión en la cual el cardenal Mariano Rampolla envió un telegrama a la superiora, en nombre del Papa León XIII, que decía: “El Padre Santo envía la bendición a las Religiosas y asistentes a la fiesta inaugural del Santuario Hortus Conclusus”, consagrando así el título de santuario mariano.

El 25 de marzo de 1903 fue inaugurado el Asilo de Huérfanas, con cinco niñas armenias de Belén. Se eligió esa fecha porque era el cumpleaños del arzobispo Soler, fundador del santuario. El número de niñas fue creciendo rápidamente. Al año siguiente ya eran veintiséis; las religiosas se vieron en la necesidad de rechazar a varias por falta de local. Además del asilo, atendían a muchos enfermos de Ortás en el dispensario. El sostén económico, en aquellos años iniciales, provenía de los bienhechores americanos.

El santuario Hortus Conclusus fue la primera obra de Mariano Soler como primer arzobispo metropolitano del Uruguay. Un gran monumento, que es el reflejo y el símbolo de piedra de un gran espíritu. Dirá Zorrilla de San Martín: “La erección del arzobispado de Montevideo, y la del Santuario uruguayo-argentino en Tierra Santa se identifican, como el cuerpo y su sombra, por designio de Dios”.

Muchos que han tenido y tienen la oportunidad de viajar a Tierra Santa, desconocen totalmente este santuario, fruto de la “locura” uruguayo-argentina y de la “marianidad” de Mariano Soler.[1]

 

 


[1] NOTA: Sobre Mariano Soler (1846-1908), Ver Pedro Gaudiano, Presidentes, relatores y miembros del Concilio Plenario de América Latina, en: Pontificia Commissio Pro America Latina, Los Últimos Cien Años de la Evangelización en América Latina, Centenario del Concilio Plenario de América Latina. Simposio Histórico, Ciudad del Vaticano, 21-25 de junio de 1999. Actas, Ciudad del Vaticano, Librería Editrice Vaticana 2000, pp. 733-784, 776-778. Esta semblanza también ha sido publicada en: Pedro Gaudiano, Monseñor Mariano Soler, fundador del santuario uruguayo-argentino en Tierra Santa, en: Anuario del Instituto Habilitado Hermanas Capuchinas de Maldonado Nro. 1; 2006; pp. 25-32.